martes, 8 de septiembre de 2015

La importancia de la música

Considero que la música es, junto a las imágenes, una de mis grandes herramientas con las que avivar la imaginación a la hora de imaginarme el mundo de Kishar. Otras fuentes que a veces me llegan sin saberlo son las palmeras, nuestro sol y en general, nuestro clima, sobretodo aquí en el sur de España, donde las altas temperaturas evocan sin saberlo un mundo antiguo y fantástico. Pero hablaba de la música, que creo tremendamente importante. Prueba de ello es este video que, aunque parezca una tontería a muchos, a mi me ha encantado sobremanera:


Me imagino a los awilum, ataviados en ricos ropajes carmesíes, verdes y azules, con anillos, brazales y colgantes, los hombres con barbas rizadas y bien aceitadas, las mujeres con sus diversos peinados y maquillajes, engalanadas para mostrar sus riquezas y encantos. Todos acomodados sobre pilas de caros y mullidos cojines (las sillas o asientos se reservan al patriarca o a los invitados importantes), descalzos sobre hermosas alfombras que impiden que los pies rocen el suelo (las sandalias son símbolos de riqueza, pues solo los mushkenu y wardu hollan la tierra impura y sucia), con quemadores de mirra que perfuman la sala y lámparas de aceite para iluminar una amplia y baja estancia oscura que oculta a los awilum del despiadado sol, que comienza a ocultarse en el horizonte. Es un banquete, y como es costumbre, las grandes celebraciones se realizan cuando el calor de Kishar comienza a disiparse, aunque para nosotros sería simplemente la tarde aún, mientras que para ellos es bien avanzada la noche, pues acostumbran a dormir temprano.

Los sirvientes mushkenu llenan sus copas de vino, bebida de reyes debido a su prohibitivo precio, y que debe ser rebajada con agua previamente. Grandes bandejas de plata y oro llenos de pan caliente relleno de verduras y carne, cestas rellenas de granadas, manzanas y melocotones (todo mucho más pequeño en tamaño de lo que acostumbramos hoy dia), y platillos con frutos secos, son servidos por muchachos educados y bañados para la ocasión (ningún invitado debe quejarse de los mushkenu). Al no haber servilletas, las esclavas portan jofainas de agua de rosas para lavar manos y bocas, y ofrecen sus cabellos perfumados para secarse.

Todo esto mientras, de fondo, nuestro músico canta e interpreta alguna canción con la que deleitar a los invitados de su amo. Lejos de la acción y la tensión de la aventura, es una invitación a disfrutar de la vida y ser felices, antes de proseguir con las correrías por Kishar.